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Dionisio Álvarez Cueto - www.dionisioalvarez.com
 
  El regimiento 88º Connaught Rangers

El 88º Connaught Rangers fue uno de los regimientos que se formaron al comenzar las guerras entre Gran Bretaña y la Francia revolucionaria. El coronel De Burg reclutó las primeras tropas en la provincia irlandesa de Connaught en septiembre de 1793, y en 1804 se formaría un segundo batallón (2/88º).

El 1/88º zarpó con destino a la península Ibérica el 28 de diciembre de 1808 al mando del general William Carr Beresford. Su primera acción en la Península fue un desastre y el, por entonces, general Wellesley, estuvo a punto de declarar a este batallón como no apto para el servicio. No obstante, permaneció en la Tercera División al mando del general Thomas Picton, un galés que durante mucho tiempo consideró a este regimiento como un “atajo de católicos irlandeses, ladrones e incapaces”. Pero a pesar de la discriminación que el 88º sufrió bajo Picton, esta unidad resultó ser uno de las mejores, si no la mejor, del ejército de Wellington. Combatió con distinción en todas las grandes batallas de la Guerra de la Península dirigidas por Wellington a partir de 1810. Las memorias del teniente William Grattan, con el título Adventures With The Connaught Rangers, constituyen uno de los mejores testimonios de la epopeya vivida por los hombres del 88º en esos tumultuosos años.

La lámina nos muestra a un soldado del regimiento 88º lanzándose al ataque. Al lado, una panoplia de su equipo y algunos efectos personales. El color de las bocamangas y el cuello para el 88º era el amarillo. La pluma en color rojo y blanco nos indica que se trata de un soldado perteneciente a las compañías centrales del batallón. La placa de pecho que adorna los correajes lleva el número 88 y un motivo muy irlandés, el arpa, un símbolo céltico del que se dice que representa la inmortalidad del alma. La placa del morrión es la universal con las letras GR en el centro (por el rey George III) rodeadas por el lema de la Orden de la Jarretera Honi soit qui mal y pense.

Los pantalones de color marrón que lleva puestos este soldado no eran, desde luego, los reglamentarios, pero las duras condiciones de vida en la Península y el subsiguiente desgaste del uniforme obligaban a los soldados a confeccionarse nuevas prendas con la tela que encontraban. Se usaba mucho la tela marrón almacenada en los monasterios, propia de los hábitos de los monjes. En su morral no faltarían las raciones de galleta (un pan cocido dos veces para que se conservara durante más tiempo), guisantes secos, tocino y manteca, además de una buena botella de licor, el tabaco y algunos instrumentos para limpiar los botones del uniforme. Va armado con el mosquete Brown Bess, común para la mayor parte de la infantería británica.

  

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